Por Master Cristian Pernett
La afectividad es el modo en que somos impactados internamente por las circunstancias que se producen a nuestro alrededor. Es la intimidad de la persona donde esto resuena en la sacralización de cada uno. La afectividad comprende la parte emotiva de cada persona.
La madurez afectiva es el equilibrio entre lo que siento y lo que pienso, el equilibrio entre sentimiento y razón. La madurez afectiva es la armonía personal que existe en las dimensiones: biológica, psicológica, social y espiritual. Las características de las personas emocionalmente madura son:
Viven la libertad y la autenticidad, es decir, el que no es esclavo de nada ni de nadie.
Tienen la capacidad de poder donar y dar de sus capacidades a los demás.
Se conocen a sí mismas y saben a dónde van, porque y no olvidan de quiénes son.
Para alcanzar la madurez afectiva se recomienda educar la afectividad desde la familia a partir de acoger, reconocer y aceptar los sentimientos de cada uno de sus integrantes. Así, desde un punto de vista neurológico todas las personas tenemos la capacidad de aprender a reconocer las emociones y sentimientos de las personas por medio de las neuronas espejo; células cerebrales encargadas de analizar y procesar la información para interpretar en los gestos y acciones de las personas. Las neuronas espejo nos hacen capaces de que al ver a la otra persona podamos sentir lo que el otro siente, gracias a ellas se desarrolla la capacidad de empatía.