Cuando evitamos confrontar nuestro ego falso, es como si le estuviéramos dando permiso al universo para que nos dé una cachetada… pero en cámara lenta.
El ego falso es esa máscara que usamos para protegernos, para aparentar que todo está bien o que somos algo que en el fondo sabemos que no somos. Pero aquí está el truco: evitar enfrentarlo no nos salva del golpe, solo lo hace más fuerte.
Desde la neuropsicoeducación, sabemos que el ego falso surge como un mecanismo de defensa frente a nuestras inseguridades. Es nuestro cerebro primitivo tratando de protegernos del dolor. Sin embargo, en lugar de ayudarnos, termina limitando nuestro crecimiento y nuestras relaciones.
La verdadera ironía es que confrontar nuestro ego no nos debilita, sino que nos libera. Esa cachetada simbólica que a veces necesitamos no es otra cosa que una llamada a la autenticidad. Y sí, duele un poco al principio, pero después viene la risa, el aprendizaje y, lo mejor de todo, la transformación.
Así que, ¿qué prefieres? ¿Seguir huyendo y esperar otra cachetada, o reírte de la situación y enfrentar tu reflejo de una vez por todas?”